El 5 de octubre de 1975 un comando montonero atacó el Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa, en un operativo militar de gran envergadura que ayudó a precipitar el golpe de 1976. El libro Operación Primicia reconstruye ese cruento episodio y revela que varios de los atacantes muertos durante el asalto fueron incorporados por el actual gobierno a la lista de víctimas del terrorismo de Estado
Por Ceferino Reato
De los suburbios de Formosa a la costanera porteña, el bautismo de fuego del Ejército Montonero sigue haciendo ruido 35 años después. La mayoría de los guerrilleros muertos en el ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29 el 5 de octubre de 1975, durante el gobierno constitucional de Isabel Perón, ya figura en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado; además, por orden de Néstor Kirchner, esos nombres fueron agregados a los listados de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) y sus parientes cobraron la indemnización prevista por una ley sancionada durante el menemismo, que en marzo de este año ascendía a 620.919 pesos.
El día que la guerrilla peronista utilizó por primera vez su uniforme azul hubo un violento combate que duró media hora, en el cual murieron doce jóvenes argentinos de cada lado, entre ellos diez soldados que a los 21 años cumplían con el servicio militar obligatorio y que para el kirchnerismo parecen haber fallecido en el bando equivocado. Lógicamente, en una provincia donde el oficialismo había ganado la gobernación con el 70 por ciento de los votos, también ellos pertenecían al vasto y heterogéneo movimiento fundado por Juan Perón.
Hoy esos soldados sólo son recordados en Formosa (sus homenajes no cruzan el río Bermejo) y sus padres tienen que arreglárselas con una pensión que en marzo era de 842 pesos. Por ejemplo, los padres de Marcelino Torales, un albañil que quería ser cantante profesional, admiraba a Sandro y murió acribillado en el dormitorio de la Guardia, deberían cobrar ese dinero todos los meses durante 61 años y medio de sus vidas para igualar la cifra que ya recibieron los herederos de cada guerrillero.
En mi nuevo libro, Operación Primicia (Sudamericana), cuento en detalle el audaz ataque de Montoneros; explico los motivos de la guerrilla peronista para deteriorar a la viuda del General; analizo su impacto en la democracia peronista; describo las reuniones entre militares y políticos que fijaron la fecha del golpe del 24 de marzo de 1976, menos de seis meses después, y revelo cómo fue que el kirchnerismo elevó a la categoría de víctimas del terrorismo de Estado a los guerrilleros que murieron durante el intento de copamiento.
Manejos políticos
Obviamente, ni los guerrilleros caídos en Formosa ni sus parientes son responsables de los manejos políticos de los Kirchner, para quienes la historia no son libros viejos: ellos han estirado y modificado el sentido de decretos y leyes de gobiernos anteriores para construir un relato histórico determinado, para fabricar una memoria colectiva sobre nuestro pasado favorable a aquella "juventud maravillosa" de los setenta, de la cual el matrimonio gobernante, sus funcionarios y sus simpatizantes se consideran los legítimos herederos.
Ese relato histórico artificial, esa épica que no existió, permite a los Kirchner soldar sus alianzas con movimientos sociales y organizaciones de los derechos humanos, provee a sus funcionarios de un escudo ético contra las acusaciones sobre supuestos casos de corrupción y les brinda una poderosa herramienta para mantener una presión constante sobre sus adversarios políticos y contra el periodismo que no es oficialista.
También mi libro anterior, Operación Traviata , rescataba un hecho dramático de los setenta que estaba ausente del discurso kirchnerista: el asesinato de José Ignacio Rucci, el secretario general de la CGT, en 1973. Operación Primicia va a contramano de los deseos del oficialismo y de la mayoría de los libros sobre nuestro pasado reciente, que, por distintas razones, siguen evitando una mirada crítica sobre la actividad de los grupos guerrilleros entre 1973 y 1976.
Montoneros acostumbraba a elegir un nombre para sus principales acciones. Así, el secuestro y asesinato del general Pedro Aramburu, que marcó su nacimiento, se llamó Operación Pindapoy, y el asesinato de Rucci, Operación Traviata. El ataque al cuartel de Formosa fue conocido como Operación Primicia debido a que fue el primer ataque de la guerrilla peronista a un cuartel militar, el inicio de la lucha directa contra las Fuerzas Armadas.
"Primicia" es una palabra utilizada por los periodistas para referirse a un hecho valioso que se revela por primera vez. "Queríamos que la prensa y el pueblo se dieran cuenta rápidamente de la importancia de este copamiento a un cuartel, que era el primero por parte de Montoneros e indicaba un salto militar nuestro: la decisión de luchar contra el Ejército, al que veíamos definitivamente tomado por la oligarquía y el imperialismo", me confió un periodista que militó activamente en Montoneros.
El abogado Pedro Velázquez Ibarra, uno de los impulsores en Formosa de los juicios a militares por la violación de derechos humanos, me contó que fue similar la explicación que le dio el ahora diputado ultrakirchnerista Carlos Kunkel cuando en la cárcel, en Resistencia, durante la dictadura, él, que no era montonero, criticó con dureza el ataque al cuartel. Según Velázquez Ibarra, Kunkel le contestó: "La gente tenía que entender que había dos ejércitos: uno, el ejército represor, y otro, el ejército montonero". Kunkel no quiso ser entrevistado para dar a conocer su opinión ni para aclarar algunas cuestiones sobre el tema que circulan en Internet.
Operación Primicia fue una acción que parece salida de un guión cinematográfico. Casi setenta combatientes participaron en forma directa en este operativo, que tuvo cinco fases, algunas de ellas simultáneas: 1) secuestro del Vuelo 706 de Aerolíneas Argentinas, con 102 pasajeros y seis tripulantes, que a la altura de Monte Caseros, Corrientes, fue desviado a la ciudad de Formosa; 2) copamiento del aeropuerto internacional "El Pucú", en la entrada de la capital formoseña, donde los montoneros mataron un agente de policía y tomaron más de doscientos rehenes; 3) asalto al regimiento, el segundo de todo el país de acuerdo con Montoneros. Los guerrilleros imaginaban que los soldados conscriptos no ofrecerían resistencia, pero calcularon mal, ya que en media hora de combate hubo veinticuatro muertos; 4) los guerrilleros que sobrevivieron al ataque se replegaron hacia el aeropuerto y fugaron en el Boeing 737-200 de Aerolíneas, el avión más moderno de la empresa estatal, y en un Cessna 182 de cuatro plazas que sirvió para confundir en el aire a los perseguidores; 5) aterrizaje del avión de Aerolíneas a 700 kilómetros de Formosa, en una pista preparada por otro pelotón en una estancia en Santa Fe, cerca de Rafaela (el Cessna bajó en las afueras de la ciudad de Corrientes, en un arrozal).
El diseño de la operación fue complicado porque Montoneros no tenía un buen desarrollo en Formosa y tuvo que traer todos los combatientes de cinco provincias: Buenos Aires, Santa Fe, Chaco, Corrientes y Misiones, en un total de nueve vehículos, aparte del pelotón formado por siete "cuadros" que secuestró el Boeing 737-200 y del "oficial" que trajo el Cessna 182 desde Resistencia.
Roberto Perdía me contó que la operación fue planificada por el "oficial superior" Raúl Yaguer, más conocido como "El Gringo", "Roque" o "Mario", un ingeniero químico santafesino metódico y cáustico que era el número cuatro de la cúpula de Montoneros. Los tres primeros en la jerarquía, Mario Firmenich, Perdía y Roberto Quieto, aprobaron el ataque.
El asalto al cuartel comenzó aquel domingo a las 16.25, en plena siesta formoseña. La guardia estaba a cargo de un grupo de soldados conscriptos formado por los más pobres, los que no tenían dinero para visitar a sus familias en el interior de Formosa, como Hermindo Luna, que había cambiado su franco por unos pocos pesos con un colega de la capital provincial, y los más generosos, como Edmundo Sosa, un muchacho sin padre que reemplazaba a un camarada que había viajado a Clorinda a ganarse unos pesos cargando bolsas de harina de contrabando a Paraguay; dos semanas antes, Sosa había postergado su baja para que se fuera en su lugar un compañero que ya tenía dos hijos que alimentar. La mayoría de los suboficiales y oficiales estaba de franco y muchos dormían en el barrio militar, frente al cuartel. El jefe, el coronel Dardo Argentino Oliva, había viajado a Resistencia para jugar al polo con sus amigos artilleros.
Los soldados Luna y Sosa fueron dos de los diez conscriptos muertos en el cuartel, junto con un subteniente de 21 años, Ricardo Massaferro, hijo de un mayor retirado que era peronista, había participado en la Resistencia y hasta había brindado entrenamiento militar a grupos montoneros. También murió el sargento primero Víctor Sanabria, un formoseño de 32 años que dejó dos hijos: Carlitos, de 7 años, y Roxana Elizabeth, de once meses.
Persecución y venganza
Luego del ataque, cuando los guerrilleros sobrevivientes ya habían aterrizado en un campo en Santa Fe, patrullas militares salieron de recorrida por toda la ciudad y mataron a tres vecinos formoseños que no habían tenido nada que ver con el intento de copamiento.
Es decir que, en total, fueron veintiocho los muertos en Formosa aquel domingo trágico.
En aquel contexto, encontrar y castigar a quienes los habían desafiado con una operación militar a la que el propio Videla elogia hoy como un "planeamiento magistral poco común", fue una obsesión para muchos jefes militares que detuvieron, interrogaron e incluso mataron a muchos sospechosos sin intervención de la Justicia. Meses después, la dictadura que surgió tras el golpe de marzo de 1976 secuestró, torturó, hizo desaparecer y asesinó, bajo la forma de fugas y tiroteos inventados a muchos sospechosos de haber participado de aquel ataque. Durante años, lo que hoy se conoce como la masacre de Margarita Belén que investiga la Justicia, en la que fueron asesinados 22 presos que estaban siendo trasladados de Resistencia a Formosa, fue presentado por las autoridades militares como un tiroteo durante un intento de fuga. Pero la versión oficial fue desmentida en 2001 por el propio jefe del Ejército, el general Ricardo Brinzoni quien admitió que aquello había sido "Un fusilamiento encubierto de detenidos". Para muchos, una venganza por el ataque al cuartel de Formosa.
Operación Primicia conmovió a la opinión pública, al gobierno, al peronismo y a los militares. Cuando el cuartel de Formosa fue atacado, Isabel Perón estaba de licencia en Ascochinga y la Presidencia era ocupada en forma interina por el titular del Senado, el santafesino Italo Luder.
El gobierno peronista reaccionó al ataque con tres decretos que ordenaron a las Fuerzas Armadas la ejecución de "las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el territorio del país". Todavía hoy, cuando intentan justificar las violaciones de los derechos humanos, los militares dicen que ellos sólo cumplieron con esta orden a pesar de que en 1985, en el juicio a las juntas militares, la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal falló en contra de ese argumento.
Luder se basó en el decreto 261, secreto, del 5 de febrero de aquel año, firmado por Isabel y sus ministros, que había delegado en las Fuerzas Armadas la lucha contra la guerrilla en la provincia de Tucumán, donde el ERP, la guerrilla trotskista, buscaba crear una zona liberada.
Carlos Ruckauf era un joven ministro de Trabajo y es uno de los pocos sobrevivientes de aquel gabinete, junto con Antonio Cafiero. Ruckauf recordó que "Luder dijo que había que ampliar el área de influencia de las Fuerzas Armadas a todo el país y que iban a enviarse esos decretos de inmediato al Congreso, y que se iban a mandar, además, dos proyectos de ley que explicaban la forma de aplicar los decretos y el mecanismo de control que iba a haber por parte del poder político sobre las fuerzas militares, que obviamente nunca se ejecutó: los tipos hacían lo que querían e inclusive detenían a compañeros nuestros y no sabíamos qué pasaba".
Oro y bronce
La columna montonera contó con la ayuda de un soldado conscripto, el santafesino Roberto Mayol, que era "oficial segundo" de Montoneros en Santa Fe, donde había dirigido ataques contra la corresponsalía de la agencia estatal de noticias Telam y el Club del Orden, un reducto de la aristocracia local a la que pertenecía su propio padre, un prestigioso abogado.
Mayol había llegado castigado desde el batallón ubicado en Fray Luis Beltrán, cerca de Rosario. El también tenía 21 años y murió en el cuartel; su breve pero intensa juventud permite comprender qué les pasó a tantos como él en aquella época de utopía y violencia. Se había formado con los jesuitas en el Colegio de la Inmaculada Concepción, "La Inmaculada", donde se educa la elite santafesina; venía del progresismo católico, y se destacaba por su carisma.
Mientras los ex conscriptos formoseños lo recuerdan como "el soldado entregador", muchos de quienes fueron montoneros lo consideran un héroe, un mártir, un "cura laico" o por lo menos una víctima del terrorismo de Estado. Lo mismo ocurre con otros guerrilleros muertos en el cuartel, que han sido homenajeados en sus pueblos o ciudades y en los colegios y universidades que frecuentaron. Más relevante aún que eso: ocho de esos doce montoneros figuran en los nuevos listados del Nunca Más como víctimas de "ejecución sumaria", una categoría creada por la Secretaría de Derechos Humanos durante el kirchnerismo.
Dos precisiones: los testimonios recogidos indican que esos jóvenes no fueron fusilados por los militares sino que hasta sus propios compañeros admitieron que murieron durante el ataque al cuartel, y la Conadep fue creada por el presidente Raúl Alfonsín en 1983 para "esclarecer los hechos relacionados con la desaparición de personas" durante la última dictadura. En ese sentido, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, una de las personalidades que formó parte de la Conadep, recuerda que recibieron denuncias "acerca de aproximadamente 600 secuestros que se habrían producido antes del golpe militar", de las cuales la Conadep no se pudo ocupar porque estaba fuera de su alcance.
Los nuevos listados de la Conadep fueron presentados en la Feria del Libro de 2006 y esos ocho guerrilleros constituyen apenas la punta del iceberg: en total, son 526 las personas que figuran como muertos por "ejecución sumaria" entre los golpes de 1966 y 1976. Allí hay de todo: víctimas de grupos paramilitares; atacantes de comisarías y cuarteles durante las cuatro presidencias constitucionales del peronismo, entre 1973 y 1976; militantes que estaban armando o colocando bombas y hasta un joven que fue fusilado por Montoneros acusado de traidor y delator, en Córdoba.
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